En el panorama bélico actual, las estrategias de comunicación híbridas han adquirido una relevancia sin precedentes, especialmente en las interacciones entre Estados Unidos –bajo la presidencia de Donald Trump– y Rusia –liderada por Vladímir Putin– y la denominada “vieja Europa” –con Emmanuel Macron, presidente de Francia, y Olaf Scholz, canciller de Alemania–.
Estas estrategias combinan tácticas convencionales y no convencionales, incluyendo la desinformación, la propaganda y la manipulación de la información y las noticias falsas, con el objetivo de influir en la percepción pública y en la toma de decisiones políticas y militares.
La desinformación se ha consolidado como un instrumento central en las guerras híbridas modernas. Consiste en la difusión deliberada de información falsa o engañosa para confundir al adversario y manipular la opinión pública. Esta táctica busca alargar la fase previa al uso del instrumento militar, implementando medidas como la creación de alianzas y coaliciones, presión política y diplomática, sanciones y bloqueo económicos.
Rusia, bajo el liderazgo de Putin, ha sido señalada por su uso efectivo de la desinformación como parte de su estrategia de guerra híbrida. La anexión de Crimea en 2014 es un ejemplo emblemático, donde se emplearon tácticas de desinformación para desestabilizar la región y justificar acciones militares. Este enfoque ha llevado a la OTAN a identificar a Rusia como una amenaza principal, señalando que busca debilitar el sistema internacional y desacreditar a Occidente.
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